EL PROFESOR
CARRASCO Madrid
otoño del 2010
En
aquella escuela superior de ingeniería, el profesor Carrasco era quizá el que
mayor prestigio tenía entre todo el plantel, sus compañeros y alumnos le
guardaban un gran respeto no solo por su don de gentes sino también por sus
conocimientos, la manera simple y sencilla en su trato personal, lo habían
hecho merecedor de un reconocimiento y de un sitio privilegiado dentro del
claustro.
Para
los asuntos familiares era una persona muy reservada nadie sabía ubicar su domicilio
privado, solo se sabía que estaba casado y que tenía un hijo varón y una hija
que era su orgullo, ya que con cierta frecuencia en sus charlas de aula llegaba
a mencionarla, del hijo siempre guardaba un silencio absoluto, pareciera que no
existiera.
Era
de una honradez que podría ser puesta a
cualquier prueba y sus principios en general de una solidez del granito, en la
escuela dedicaba su tiempo únicamente a impartir sus cátedras y de inmediato se
retiraba.
Por
algún conducto se escapó información personal que he ido recabando hasta
completar el trama de aquellos acontecimientos que tanto lastimaron al
profesor.
Cada
lunes desde un escondido pueblo del estado de México llegaba la ayuda que los
quehaceres de la casa requerían, tenía años de que La Juana siempre puntual con
sus manos enrojecidas de tanto lavarlas acudía en apoyo de las labores del
hogar, contaba con una pequeña habitación en un cuarto escondido en la parte
trasera de la casa, La Juana al llegar los lunes por la mañana lo primero que
hacía era guardar su ropa que oliendo a limpio traía en un pequeño envoltorio,
la guardaba con celo en su habitación se descalzaba y no volvía a descansar
sino hasta que había terminado de asear la cocina después de la cena de cada
día, nadie en la casa se interesaba por su vida, solo la señora patrona de vez
en cuando le hacía preguntas que poco a poco fue hilvanando, hasta integrar una
bonito tejido lleno de colores, así era la humilde vida de aquella callada
mujer cuyo papel en el hogar era trabajar, callar y de ser posible desaparecer
cunado no la requerían.
Su
hijo, el primogénito llevaba su nombre como era la costumbre en aquellos años;
por mucho tiempo el profesor tuvo un sueño para con la vida del pequeño Daniel,
una ilusión que guardaba celosamente dentro de su corazón, el pequeño era en sí
una réplica exacta en lo físico al padre, y todos los conocidos y familiares no
dudaban de que heredaría los dotes del padre.
La
Juana se enfermó, por el duro invierno de aquel año, las nevadas en el pueblo
situado en las faldas del Volcán y por tanto año de trabajo, de levantarse
antes que el sol, recorría el sendero iluminado por las estrellas hasta la
carretera a esperar el autobús que la conducía cada lunes a la ciudad. Un día
en su lugar se presentó la nieta del mismo nombre y con una cara de recuerdo a
la facciones de la abuela, vivaracha, con la alegría de la juventud de sus
catorce años, le agradaba entonar, las canciones del campo con sabor a barro y
a hierba recién cortada, versos del pueblo que hablaban de amores que
terminaban en tragedias.
No
hubo mucho que enseñar a la joven Juana, la presteza de sus intenciones y su
juventud compensaron su escasa experiencia, en poco tiempo la familia del
profesor tenía como platica de intimidad las cualidades de la chica que se
había ganado un lugar en el seno de la familia.
Daniel
en silencio escuchaba las alabanzas que le llenaban la sangre de hormonas, lo
hacían sentir cosas raras dentro de su cuerpo joven, deseando cada vez con
mayor intensidad a La Juanita, en cada ocasión que se encontraba solitario su
pensamiento viajaba hasta ella, que como fruta sentía la madurez aromática de
aquel cuerpo, con el recato propio de él, poco a poco se fue atreviendo a
entablar conversación con la chica y expresar con su mirada sus deseos que
fueron captados por los ojos de ella.
Las
noches sin poder dormir obligaron a Daniel a buscarlo el sueño en los brazos de
La Juanita y en ellos encontró todo un mundo diferente, viajó lleno de placer a
sitios desconocidos, en tiempo inimaginables durante aquel corto mes de la
suplencia. Juanita un lunes fue como era de esperarse relevada por la abuela,
solamente Daniel pasaba cada noche sufriendo la soledad que sentía su cuerpo.
El
tiempo se encarga de borrar algunas huellas pero no todas, así un lunes La
Juana no llegó sola a la casa del profesor, venían también el esposo, los
padres de Juanita, los padrinos y otros
acompañantes, entraron en la pequeña sala de la casa en donde casi no cabían.
La
Juana se dedicó como siempre a los quehaceres y ya servido el desayuno les
comentó:
−Pos
en la sala está la familia que queren palabrar con los señores amos, La Juanita
quiere casorio con el hijo de los señores.
Aquellas
palabras enmudecieron al profesor y a su esposa
Los
esposos Carrasco se dirigieron al grupo y después de los saludos, un joven tal
vez hermano de la muchacha dijo:
−En
el pueblo el que abusa de una mujer se casa con ella, Juanita dice que el
Daniel es el padre del hijo que trae en la panza, venimos para fijar las
fechas.
La
señora Carrasco, no cabía de la sorpresa al escuchar aquella noticia y con los
ojos solicitaba una opinión a su marido.
El
profesor se sentía incapaz de mirar a los presentes con la vista fija en el
suelo, respondió:
−Lo
que deba hacerse se hará, no tengan duda, debemos hablar con mi hijo y conocer
su opinión.
−Pensamos
que su hijo es quien debe hablar. ¿Por qué no está?
−Somos
una familia y los asuntos de familia los arreglamos entre todos.
−Bien
dicho señor, la familia ya le creció, los problemas, ahora los resolveremos
entre todos.
−Sería
conveniente que si desean hablar con mi hijo sea cuando esté presente, por
ahora está de viaje y regresa el fin de semana, ¿podríamos hablar de concertar
una cita para el lunes próximo?
−Tenemos
tiempo señor, será frente a su hijo, podemos esperar.
−Bien,
los esperamos el día lunes de la semana entrante.
Dicho lo anterior el profesor tendió la mano a
cada uno, pero ellos no se movieron de su sitio, cuando él esperaba que se
retirarían.
Un
largo silencio se apoderó del recinto, el profesor un poco molesto dijo:
−Me
disculpan pero mi trabajo me espera, se está haciendo tarde.
Dicho
lo anterior se retiró de la casa sin hacer comentarios con la esposa.
El
profesor se fue cavilando sobre la situación del hijo, lo posible es que haya
abusado de la chica y lo peor podría ser es que ella estuviera embarazada,
Bueno si lo hizo debe cumplir, el honor de las dos familias es lo importante.
La
esposa del profesor en casa se encontraba en una situación inédita ya que los
visitantes no parecía que se retirarían, por lo que ella se disculpó para
atender los asuntos de la casa, mientras su cabeza era un laberinto de
conjeturas que no la conducían a ningún resultado apropiado de acuerdo a sus
principios. De ninguna manera ni bajo ninguna presión de aquellos ajenos,
toleraría que su hijo se uniera a esa familia de infrahumanos.
La
Juana trabajaba en sus obligaciones rutinarias, sin aproximarse a su familia
que se habían apoderado de la sala, al sentirse solos, de sus morrales sacaron
tortillas y algo para comer con ellas y lo hicieron sin prisa, uno de ellos
después de preguntar en voz alta varias veces solicitando agua para beber y no
obtener respuesta se aventuró a caminar por un pasillo, el encuentro con la
señora ocasionó que se le escapara un grito de asombro ante el inesperado
encuentro.
Serían
las ocho de la tarde cuando el profesor retornó a su hogar y se encontró que
los visitantes aún estaban ocupando el sitio en donde los dejara aquella
mañana, le pareció insolente su actitud y pensó acudir al apoyo de la policía
más convencido de que la palabra obra milagros, preparó argumentos dentro de su
mente, con paso firme se dirigió a la sala y después de los saludos
correspondientes pensó que la mejor estrategia sería el de la cordura.
−Pos
aquí estamos esperando que nos resuelvan nuestro asuntito, esos son las razones
de nuestra presencia.
−Les
comenté esta mañana que mi hijo regresa el sábado o domingo y que ustedes
pueden dialogar con él en cuanto llegue.
−Ansina
lo haremos señor, no corre prisa uste no se preocupe, que tarde o temprano
palabraremos con su muchacho, aquí lo esperaremos, no faltaba más.
−Mientras
llega el fin de semana ustedes pueden ir a su pueblo, trabajar y retornar el
sábado.
−Hemos
decidido esperarlo aquí mismo, no tenemos prisa, señor.
El
profesor sin palabras se retiró en búsqueda de su esposa, para comentar los
hechos. En cuanto la señora lo vio prorrumpió en llanto por que dijo sentirse
como ajena en su hogar, sin autoridad, ya que La Juana les preparaba “Un
taquito” cuantas veces se les antojaba y ella se había quedado esperando que se
fueran y parecía que su intención era otra.
Aquella
fue una larga noche, llena de ruidos de pasos de los okupas que buscaban el
retrete de la Juana o quien sabe, los esposos Carrasco juntamente con su hija,
cenaron en silencio y se encerraron en sus habitaciones.
Las
siguientes mañanas el profesor guardaba
un completo silencio, la esposa con los ojos inflamados de llanto por varias
noches de insomnio, lo contemplaba con dolor en su silencio se decían todo,
hasta que llegó el fin de semana, no había teléfonos móviles en esa época ni
manera de comunicarse con el hijo que había salido simplemente de excursión, a
un pueblo del estado de Michoacán para contemplar el despertar de las mariposas
Monarca, había dicho:
“Regresaré
el sábado o tal vez hasta el domingo”
Que
lejos estaba de imaginarse que las noches pasadas con la hija de la Juana
tendrían un costo tan elevado.
Con
tranquilidad llegó hasta su casa situada en la colonia Clavería, su hermana
había comentado con los amigos del barrio que si lo veían lo alertaran de lo
sucedido en su hogar, pero aparentemente nadie se percató de su llegada, tal
vez la hora no era propicia, el caso es que Daniel con la alegría de su
juventud reflejada en su rostro buscó las llaves en su bolsillo y abriendo la
puerta como de costumbre gritó:
−Ya
vine mamá, regresé como dije, sano y salvo, un poco sucio y cansado pero muy
satisfecho, un baño, un buen desayuno y como nuevo.
No
se percató de que había visitantes, caminó directamente en busca de su madre
que de seguro estaría como de costumbre de esa hora en la cocina /comedor.
−Hola
mamá compromiso cumplido, aquí estoy sano y salvo.
Su
madre que al verlo tan feliz se tragaba las lágrimas y en su silencio trató de
no manifestar el dolor que le aquejaba, se aproximó a él y en cuanto lo abrazó
soltó el llanto reprimido.
−¿Qué
pasa mamá, ha sucedido algo malo?
−Hijo,
acompáñame a mi recámara, necesitamos hablar.
Lleno
de malos presagios acompañó a su madre que limpiándose la nariz lo tomó del
brazo, y con dulzura lo condujo al interior de su habitación.
−Hijo
ha sucedido algo terrible, inexplicable, la familia de la Juana se han
apoderado de la sala e insisten en que deben hablar contigo, hijo tengo mucho
miedo, no podemos hacer nada contra ellos, no cuento para nada con tu padre el
que se niega a reconocer nuestras diferencias, e insiste en que solo tu eres
capaz y responsable de la situación.
−Hijito,
mi niño, ¿qué ha sucedido? Cuéntale a mamá.
−No
comprendo de que estas hablando, dices ¿qué la familia de la Juana?
−No
llores mamá ya vendrá papá y a la hora de la comida, aclararemos todo.
Cogidos
de la mano y sentados sobre la cama dejaron pasar el tiempo, en silencio
buscaban soluciones para resolver aquella invasión.
−¡Ya
está! la Juanita les llevó el chisme, ¡que pendeja es si cree que no se
defenderme!
A
la hora de la comida y con la presencia constante de la Juana por sus entradas
y salidas del comedor a la cocina, no les era posible hablar. El profesor
permanecía en silencio, parecía no desear conocer ningún antecedente de los
acontecimientos, la madre impuso un silencio absoluto para evitar problemas con
la sirvienta; hasta que el hijo reventó:
−¿Pero
es que ni en mi casa puedo hablar?
−El
sitio en que debes de hablar está en la sala, parece que te esperan unos
señores desde el lunes, día en que como consecuencia de tus diversiones nos
privaron de nuestra libertad, si deseas hablar, adelante, puedes dirigirte a la
sala, aquí no es el sitio apropiado.
−Pero
es que ustedes deben de escucharme, no he hecho nada fuera de lo natural.
−Ellos
no dudaran en comprender lo que es natural, debes de hacer frente a tus hechos
de hombre, no de hijo de familia, si
puedes hacer lo que hiciste, también podrás con las consecuencias.
−Papá
es que les debo una explicación a ustedes, que son mis padres, los que dicen
que están en la sala, para mi son nadie.
−¡Adelante!
repíteles tus argumentos a ellos no a nosotros.
El
joven se levantó decidido y con rapidez se dirigió a la sala.
−Señores
soy Daniel, el hijo del profesor, parece que hay un juicio y dicen que soy el
culpable, podemos hablar.
El
más joven sin levantar la voz dijo:
−Nadie
dice que es el culpable de nada, solo que mi sobrino debe tener papá eso es
todo, usted dice cuando se casan y todo está arreglado.
−Pues
que se case el padre con la madre, a mi no me metan en líos que no sean míos.
−Mire
joven usted aprovechándose de mi hermana la preñó, así que usted es el padre y…
−Yo
que se cuántos habrán contribuido a embarazar a su hermana, a mi no me vengan
con culpables.
Se
escuchó el deslizamiento de un machete que blandía el padre de la Juanita.
A
una seña del hijo, el padre se volvió a sentar.
−Pues
usted dirá lo que quiera, el asunto que nos trae es que usted es el padre de la
criatura y será el esposo de mi hermana y vale más que sea estando vivo, en mi
pueblo cuando uno abusa de una mujer, vivo o muerto, se hace marido de la
misma. Usted nos acompañará al pueblo, se casa, cumple con nuestras costumbres
y ya. Si no está de acuerdo pos de cualquier forma lo llevaremos, no faltaba
más.
Daniel
sin poderlo evitar miró de reojo el machete que el padre de la Juanita tenía en
sus manos.
−Bueno,
es que necesito hablar con mis padres, la verdad es que no esperaba, que los
acontecimientos nos condujeran a esto, yo estoy estudiando, no trabajo, no
cuento con dinero.
−Debió
haber pensado mucho cuando estaba en el cuarto con mi hermana, supongo que lo
hizo, ahora hermanito, debe de responder a los hechos, usted, no sus padres.
−Si
quiere recoger sus cosas, lo esperamos, si quiere traer a su mujer a esta casa
lo aceptamos, de aquí nos iremos al pueblo juntos, después del casorio, usted
sabe a donde lleva a su mujer.
Aún
sin entender lo que él consideraba crueldad de su destino, dejó la sala y
regresó al comedor, en donde el padre leía el periódico mientras tomaba sin
prisa su pequeña taza de café, la madre con los ojos llorosos sin pronunciar
palabras, con la vista observó la entrada del hijo y una interrogación brotaba
de su mirada.
−Yo
que se con cuantos se acuesta esa mujerzuela, ahora resulta de que el tonto de
todos es el culpable, cásate, sí cásate, que sencillo, mandar mi vida al
demonio por una tontera.
−No
hables mal de la madre de tu hijo, las tonteras son las que ocasionan los
fracasos, debiste de pensarlo antes de actuar.
−¿Qué
fácil? que simple es todo para ti, debiste, debiste…Lo que hubiera hecho en tu
lugar es acudir a la policía y correr a estos sinvergüenzas que se adueñaron de
la casa.
−¡Sí
debiste! el problema no es nuestro, es tuyo, siempre ha sido así, recuerda que
en cada situación lo pregonabas. ¿Por qué ahora deseas cambiar tu posición?
El
profesor tomando la americana entre sus manos se despidió de su esposa, para el
hijo solo dijo:
−Recuerda
que siempre reclamaste libertad para decidir y actuar, es tu oportunidad de
vivir la vida. Las puertas de esta casa siempre han estado abiertas para la
familia.
Detrás
del profesor con paso lento Daniel entró nuevamente a la sala.
−A
Juana no la quiero, nunca podré quererla, esto es un burdo engaño, insisten en
desgraciar dos vidas.
−Mire
joven más le vale que nos vayamos al pueblo, pero ¡ya!, las palabras no sirven,
si es necesario lo llevaremos arrastrándolo o si lo prefiere difunto, pero usted
se casa con mi hermana.
Los
miembros de la comitiva se pusieron de pie, llamaron a La Juana y salieron de
la casa llevando en medio a Daniel, que lo único que hizo fue girar la cabeza y
dirigir su mirada a la puerta de su casa en busca de apoyo.