Que lejos están aquellos días en que ambos sentados, tú tomando tu dieta de sol de cada mañana en la silla de respaldo muy alto y yo en el suelo atento a tus palabras, me hablaste del poder de las letras, con vergüenza hoy te confieso que no te entendí, en aquel momento no quise pasar por tonto y por eso ya no te hice preguntas, aunque recordaras que tu me enseñaste a nunca quedarme con dudas.
─Tus palabras aún suenan en mis oídos.
La revolución la hice con las letras, con las letras se puede hacer más daño que con las balas, estuve en la cárcel por defender mis ideas, por comunicar los errores del mal gobierno.
Ahora he sacado unas hojas de un periódico de papel amarillento que conservo con tanto amor y disfruto leyendo tus artículos, conociendo tus pensamientos y quiero decirte:
─Abuelito, que bueno que estuviste en la cárcel, me enorgullece el saberme tu nieto, que grande fuiste por que nunca te callaste, cuando nuestro pueblo era pisoteado tu siempre levantaste la voz a pesar de que guardando silencio todo hubiera sido más sencillo para ti y sobre todo para mi abuelita, le hubieras ahorrado tanto sufrimiento.
Me comentaron que Cocho Jiménez, llegaba a la casa jadeando de tanto correr, para decirle.
─Doña Daría otra vez agarraron a don José está nuevamente en la cárcel, ¿qué hacemos?
Y mi mamá grande tomando su chal negro, corría llorando con los amigos, a los que siempre recurría solicitando su ayuda y en los que siempre encontró apoyo.
─“Las letras no se encarcelan”, decía tu artículo fechado desde el reclusorio, páginas escritas en papel que, a escondidas te llevaba mamá Darita a la cárcel y que se valían de Cocho Jiménez para sacarlas de ahí y llevarlas a la imprenta, en la que siempre estaban esperando tus artículos.
Páginas escritas con el dolor de ver los tuyos lastimados, deben de haberte dolido mucho, aquellos sufrimientos de tu esposa y de tus tres hijas aún muy pequeñas.
Luego en libertad dejabas pasar unos pocos días, conversabas con mamá grande, la convencías de continuar con tu lucha, ella te apoyaba más por el gran amor que los unía, que por convencimiento de tus ideas.
─Claro abuelito las letras tienen mucho poder, más que las balas.
Deseo comentarte que después de que tú nos dejaste en todos los países del mundo han continuado tratando de asesinar a las letras, han matado a muchos escritores, pero hasta la fecha no han logrado matar sus pensamientos, han encarcelado a muchos periodistas, pero las ideas siguen cada vez difundiéndose con mayor libertad, han clausurado muchos periódicos; roto muchas imprentas, sin embargo no han logrado quebrar las voluntades de quienes como tú en su momento enarbolaron la bandera de su pueblo.
─Gracias abuelito, por tu contribución a la libertad de prensa de nuestra patria.
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